Me creí el mejor.
Que nadie podría ganarme.
La vida era un juego para mí y como tal intentaba estar en cabeza.
Mis amigos me aplaudían.
Me vitoreaban y loaban.
Estaba en una nube y dejé de esforzarme.
No tenía miedo a nada ni a nadie.
Y lo pague caro.
Empece a decaer.
A ser una sombra de lo que era.
Pero creí que solo era una mala racha.
Iluso de mí.
Mis amigos me dieron la espalda.
Dejé de oír sus aplausos y escuché lo que no quería oír.
Todo eran susurros a mis espaldas.
Todo tiene un principio y un final.
Y ese final llegó sin avisar.
Dedicado al “Rey del pop”.
ANONIMO.
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