Sentado en el banco de la estación se encontraba como cada mañana aquel señor. Debía tener unos setenta años y entre sus manos siempre se encontraba la prensa de la ciudad.
Cada día que iba a trabajar me lo encontraba allí sentado. Y cada tarde que regresaba de él volvía a verle sentado en el mismo banco.
¿Cuál era su cometido? ¿Alguna vez tendría intención de coger algún vagón? O simplemente esperaba ver bajar de uno de ellos a alguna persona querida?
Reconozco que me corroía la intriga.
Una mañana volví a encontrármelo allí sentado. Pero esta vez tenía algo diferente. Esta vez se había vestido muy elegante. Como si fuese a hacer un viaje o recibir la visita de alguien muy especial.
Cuando regresé por la tarde, aquel señor ya no se encontraba sentado como cada tarde en aquel banco.
Le pregunté a la cajera que vendía los billetes en la estación por aquel señor.
Ya no volvería a verlo sentado en el banco.
Su corazón se paró e hizo su último viaje.
Tal vez la espera fue demasiado larga.
ROMUALDO.
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