Tan frío como el hielo,
tan frío como el alma
de un canalla.
Ensangrentado caía al suelo,
salpicando de gotas de vida
aquella toalla.
Aquella toalla que antes le secaba
y ahora era su sudario.
Reflejos en un espejo empañado
por un vapor lascivo.
La tortura había terminado
tras años de sexo forzado,
tras años de moratones,
tras años de rotas facciones.
El condenado
convertido en verdugo.
Todo acabó con aquel objeto
tan frío como el hielo,
tan frío como el alma
de aquel canalla.
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