EL AUTOR.
Era aún temprano para llegar al trabajo y decidí detenerme un momento frente a un tipo que había en el parque. Este se encontraba subido a una caja de cervezas y de su boca no paraban de salir un montón de improperios sobre la clase política del momento.
A su alrededor se encontraban una docena de personas que por las caras que tenían les había sorprendido como a mí la presencia de aquella persona en aquella mañana.
Y ahí me encontraba yo. Absorto como el resto de la gente mirando y escuchando cada una de las palabras que salían de la boca de ese desconocido.
Al cabo de diez minutos ya no me parecía tan loco como al principio. Lo que nos decía sobre la forma de gobernar y la mala gestión de aquel partido no era nuevo para nosotros, pero tal vez el escucharlo de boca de aquella persona hacía que tuviese más credibilidad.
Un par de minutos después se acercaron dos hombres muy bien vestidos y con buenas palabras lo convencieron para que bajase de ese atril improvisado y les acompañase a una ambulancia que se había detenido cerca de allí.
Como si se conociesen de toda la vida se fueron a la ambulancia entre risas y buen humor dejándonos a todos los que le rodeábamos con un palmo de narices.
Aquella tarde en el trabajo me enteré de que aquel tipo se había escapado de un sanatorio mental mientras le hacían una revisión.
¿Puede ser verdad que un loco convenza a un grupo de gente en tan poco tiempo?
Así se explican tantas cosas.
ROMUALDO.
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