Continuación.
Ambos se miraron al cruzarse como cualquier otra persona y continuaron el paso cada uno en una dirección.
No se habían reconocido. El paso del tiempo y la mala actuación del destino les había hecho olvidarse el uno del otro.
Esta historia podría acabar así. Triste y oscura. Pero a algunos les importaba bastante la felicidad de Darío y Camelia como para verles solitarios.
Antes de que los dos chicos se perdieran de vista, algún tipo de protector más fuerte que el destino y que vela por la vida de los mortales, hizo que Darío recobrase esa parte de la memoria donde guardaba la imagen y el nombre de ella. Después de recordarlo, lo nombró. Primero bajo y luego cada vez más fuerte, hasta que Camelia se detuvo y miró hacia Darío.
De la cara de Camelia surgió una sonrisa, pues ella también reconoció a Darío.
FIN.
ROMUALDO.
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