Los sueños que un día tuvimos, se fueron disipando.
A medida que el día llegaba, la luz iluminaba el entorno de lo que horas antes parecía distinto.
Vivimos momentos de gracia olvidando que este día llegaría.
Y ese día llegó.
Llegó y nos hizo ver que somos meros peones de un mundo de avariciosos.
Nos resignamos y bajamos la cabeza.
Derrotados recordamos lo felices que fuimos siendo libres.
Disfrutando de los placeres de la vida y compartiéndolos con los más queridos.
Recogemos nuestros petates y comenzamos a caminar en busca de un lugar en el que poder ser felices de nuevo.
Las voces autoritarias nos ordenan obedecer.
Que sin pena no hay gloria.
¡Qué gloria!
¿La nuestra o la de ellos?
Intentamos dormirnos, para volver a soñar con tiempos pasados.
ROMUALDO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario