EL DíA.

Amanecí un día cálido,
creyendo que era bondad lo que me rodeaba.

Abrí mi tímida piel,
y dejé que me impregnara aquella sensación.

Mi inocencia me había cegado.

La bondad se convertía en maldad,
y a continuación me traicionaba.

Sucia se sentía mi violada piel.

Desaparecí un día de lluvia,
para no sufrir la tentación.

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